Desde hace algún tiempo proliferan las noticias y opiniones sobre la "extremadamente baja" natalidad de la población española, interpretándose como un "grave problema" que hay que atajar. Podría pensarse que se ha descubierto ahora que la natalidad registra en nuestra sociedad una evolución descendente desde hace ya 50 años y que llevamos decenios batiendo récords de baja fecundidad en Europa y en el mundo.
Fuente: INE. Movimiento Natural de la Población, Elaboración propia.
A partir de la constatación de la fuerte tendencia descendente de la natalidad, es oportuno reflexionar sobre las posibles causas y las principales consecuencias en el presente y para el futuro, así como sobre las posibles líneas de intervención. Pero antes de todo esto habría que responder a estas preguntas: ¿Por qué es un problema la baja natalidad? ¿Qué es lo que justificaría la intervención pública? Aunque parezcan innecesarias por obvias, lo cierto es que no tiene una única respuesta.
A) PREOCUPA EL DECRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN. El significado del tamaño de la población y los efectos de un hipotético decrecimiento concita opiniones contradictorias desde antes de Malthus, pero, ante la presencia en España de un saldo vegetativo negativo (133.250 defunciones más que nacimientos durante 2022) parece que ahora prevalecen las opiniones poblacionistas, que ven un problema en la pérdida de volumen demográfico. Sea o no un problema, es una consecuencia lógica de la evolución de una población estacionaria con tendencia a la estabilidad demográfica, que difícilmente podrá revertir su tendencia, salvo por el efecto de la inmigración.
Para que el saldo vegetativo vuelva a ser positivo, la Tasa Bruta de Natalidad (TBN) (6,88 nacimientos por cada mil habitantes, en 2022) tendría que volver a ser mayor que la Tasa Bruta de Mortalidad (TBM) (9,67 defunciones por cada mil habitantes), pero el “envejecimiento de la pirámide de edades” actúa en contra de esa posibilidad. En 2022 la TBN ha decrecido un 3,11% mientras que la TBM ha aumentado un 2,23%.
La evolución durante los últimos decenios de la fecundidad y de sus principales condicionantes culturales, sociales y económicos no permiten imaginar razonablemente que pueda aumentar considerablemente la natalidad. El Indicador Coyuntura de la Fecundidad era 1,16 hijos por mujer en 2022, habiendo registrado un decrecimiento del 1,99 % durante ese año. Además, dejando al margen el posible efecto de la inmigración, en la evolución de la natalidad será determinante el decrecimiento del número de mujeres en edad fértil.
Sobre el crecimiento de la TBM no hay posibilidad de intervenir, ya que básicamente depende también de la inercia de la pirámide. Al margen de fenómenos coyunturales poco probables, la tendencia al alza de los flujos de defunciones va a mantenerse como consecuencia directa del aumento del tamaño de las generaciones más longevas.
El saldo migratorio (una media de unas 400.000 personas más al año en el último quinquenio) viene compensando ampliamente el saldo natural negativo, y provocando significativos crecimientos de la población residente en España. La migración puede valorarse como factor de crecimiento, capaz de corregir los efectos negativos de la baja natalidad, pero no debe ignorarse la imprevisibilidad de los futuros flujos ni la complejidad demográfica y social de la integración de la población inmigrante.
B) LA BAJA NATALIDAD HARÁ INSOSTENIBLE EL “ESTADO DE BIENESTAR. Se teme que la persistencia a lo largo del tiempo de un nivel muy bajo de natalidad y el progresivo envejecimiento de la población supondrán una pérdida de capacidad productiva y hará insostenibles el mantenimiento del sistema de pensiones, el servicio sanitario y la atención a la dependencia física y cognoscitiva de una población mayor cada vez más numerosa.
Se defiende que debe subir la natalidad para garantizar el necesario reemplazo generacional de la población activa y se definen así un “problema” y una “solución” a futuro. Para que el aumento de la natalidad llegue a mejorar la relación cotizantes-pensionistas, habrá que esperar no menos de 20 años y habrá que solucionar primero la integración de los jóvenes en el sistema productivo. Actualmente generaciones de jóvenes, menguadas por la baja natalidad, presentan las mayores tasas de paro. Lo relevante será el aumento de la productividad y la redistribución de la riqueza y, sin que esto suponga negar la conveniencia de un incremento de la natalidad, en la sociedad de la inteligencia artificial se hace aún más evidente que lo importante no es cuántos somos produciendo sino cuánta riqueza es capaz de generar el sistema.
Hay que considerar también que el aumento de la natalidad haría crecer la base de la pirámide (niños y jóvenes dependientes) y ello supondría, inmediatamente, una mayor carga económica para las familias y para el Estado.
C) LA INMIGRACIÓN COMPENSARÁ LA BAJA NATALIDAD. Se confía en que la llegada de inmigrantes “recrecerá” las generaciones “huecas” por la baja natalidad y que la fecundidad de las inmigrantes incidirá positivamente en la natalidad total. Ya se ha mencionado la intensidad de los flujos migratorios en los últimos años y la complejidad de los procesos de integración social y económica. La incidencia de las migraciones sobre la natalidad y sobre la composición de la población dependerá del perfil de los migrantes (edad, jóvenes solos, mujeres solas, familias completas, procedencias, cultura, estatus económico, nivel formativo…), que, como la intensidad de los flujos, dependerá en buena medida de factores exógenos, difícilmente programables.
Es cierto que la proporción de nacimientos de madres extranjeras va creciendo hasta duplicarse en los últimos 20 años (10,36% en 2002 y 22,95% en 2022), pero el crecimiento de la población inmigrante no ha modificado la tendencia descendente del total de nacimientos. Además, un principio observado en todas las sociedades es que la fecundidad de las inmigrantes tiende a converger con la de las mujeres autóctonas.
Fuente INE
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