jueves, 9 de mayo de 2024

LAS PERSONAS MAYORES Y EL ESPACIO URBANO

Participación en un ciclo sobre Vivienda, Ciudad y Territorio, organizado por la Asociación ISEGORIA

 

En la sesión he propuesto algunas reflexiones sobre la interacción existente entre la “población mayor” y un espacio urbano en transformación, los problemas y las oportunidades.  

 

Desde hace medio siglo la dinámica demográfica acelera el proceso de envejecimiento de la población, provocado por dos causas distintas y con efectos diferentes: disminuye la natalidad y aumenta la esperanza de vida. De la segunda se deriva la existencia de un grupo social nuevo, muy numeroso y creciente y que no existía hace cincuenta años: el de las “personas mayores”.

 

El grupo de “personas mayores”, en contra de la homogeneidad que se le supone, presenta una gran heterogeneidad, que se acentúa en la medida en que se amplia como efecto de la prolongación de la vida. Ello invita a reflexionar acerca de la necesidad de revisar los criterios y actitudes sobre el significado de la edad. Los prejuicios con respecto a la edad responden a una actitud antigua y quizás no se le está prestando la atención necesaria. Los términos “edadismo”, “viejismo” hacen referencia a los estereotipos y prejuicios existentes en relación a la edad, que tienen graves consecuencias especialmente para las personas mayores. Las informaciones disponibles y la capacidad de análisis de las nuevas tecnologías permitirían realizar tipologías de personas más precisas y detalladas. La utilización de otros criterios, más allá de la fecha de nacimiento, permitiría unas respuestas normativas mas acorde con la realidad, por ejemplo al establecer la edad de jubilación. 

 

La práctica totalidad de los elementos que condicionan la calidad de vida de las personas mayores tienen carácter local. Hay que centrar la atención en la respuesta que reciben las personas mayores al derecho a una vivienda digna y adecuada y al derecho a la ciudad, que son indisociables. Tal como viene señalando la OMS, “las personas mayores, en particular, requieren entornos de vida facilitadores y de apoyo para compensar los cambios físicos y sociales asociados al envejecimiento”. Hay que facilitar la adecuación de sus viviendas y poner a su disposición los equipamientos y servicios accesibles y adecuados a sus específicas y crecientes necesidades sanitarias y de dependencia. También deberán incrementarse las dotaciones de los equipamientos facilitadores de las relaciones sociales.

 

En muchas de nuestras ciudades predominan los espacios urbanos creados en las décadas de los 50 a los 80 mediante crecimientos muy rápidos, de los que resultan unas estructuras de población con perfiles sociales y de edad muy marcados y parques residenciales de escasa calidad y actualmente deteriorados, con déficit de accesibilidad, de confort térmico, de eficiencia energética… Es necesario un gran esfuerzo de regeneración y adecuación, que no se está haciendo. Al contrario, la falta del necesario control urbanístico, hace que prosperen en las zonas centrales procesos de expulsión de los residentes por gentrificación y turistificación, que afectan especialmente a la población mayor.

 

En España la inmensa mayoría de las personas mayores son propietarias de su vivienda, lo cual es algo muy positivo desde una perspectiva personal y social, pero también presenta algunos inconvenientes. La seguridad que da la propiedad es una ventaja, pero una estructura de propiedad tan atomizada crea rigideces, por ejemplo, para impulsar y facilitar procesos de regeneración de los edificios o de adecuación de la vivienda a los cambios en la composición del hogar y a las necesidades derivadas de la edad. La vivienda en propiedad, como ahorro, ofrece la oportunidad de utilizar ese patrimonio inmobiliario personal para hacer frente a las crecientes necesidades sanitarias y de dependencia, pero hacen falta desarrollos normativos que regulen y favorezcan este tipo de soluciones que permitirían obtener rendimientos vitalicios con la propia vivienda. La legislación sobre la herencia está siendo también un obstáculo para una fluida rotación de los patrimonios familiares, con incidencia en el volumen de viviendas que permanecen vacías. 


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