Algunas reflexiones sobre los cambios de rumbo que necesitan nuestras ciudades
Del 9 de febrero al 16 de marzo 2022
I
Algunas reflexiones sobre los cambios de rumbo que necesitan nuestras ciudades
Del 9 de febrero al 16 de marzo 2022
I
A pesar de no haber mostrado nunca especial interés por la demografía, los medios de comunicación encuentran con relativa frecuencia motivos para “alarmarse” por los efectos que va a tener la evolución de la población española sobre distintos aspectos de la realidad social y económica. Son ya tradicionales los artículos que advierten de las consecuencias negativas, actuales y futuras, del envejecimiento demográfico sobre el sistema de pensiones o sobre el gasto sanitario, pero es más amplio el abanico de amenazas y oportunidades que los medios atribuyen al “factor demográfico” y que, en la mayor parte de los casos, responden a análisis incorrectos o son diagnósticos interesados.
- Los componentes de la dinámica geodemográfica no actúan como variables independientes. Forman parte de un complejo proceso histórico en el que interactúan factores del medio natural, sociológicos, económicos y políticos. Es, cuando menos, ingenuo proponer soluciones milagrosas a base de repartos puntuales de dinero público. No se puede prescindir del contexto histórico, ya no estamos en la era industrial, ahora son distintos los factores que regulaban la localización del empleo y de la residencia y ello requiere distintas las soluciones.
- Hay que superar los atavismos poblacionistas basados en considerar el crecimiento de población como síntoma de pujanza, mientras que la pérdida de habitantes se interpreta como anuncio inequívoco de decadencia, ignorando el valor intrínseco del territorio como recurso y como patrimonio natural.
- Más que remarcar límites administrativos, que fragmentan y enfrentan a territorios, hay que partir del reconocimiento de que, con las actuales pautas de movilidad de las personas y las capacidades que ofrecen los avances tecnológicos, es obligado revisar la actual imputación de la población a las circunscripciones administrativas en que se fija oficialmente su residencia, ya que cada vez con mas frecuencia los ámbitos que más se utiliza por razones de trabajo, estudios, consumo, relaciones sociales, ocio… no coinciden con los municipios de empadronamiento. Son municipios o comunidades autónomas a las que no se pertenece oficialmente, pero en las que también se tienen necesidades básicas y derechos. Sin duda las distintas administraciones públicas tendrán que adaptarse a las exigencias de gestionar una sociedad mucho mas compleja y variable en su localización sobre el territorio.
- Sería un grave error no aprovechar al máximo todas las soluciones que ofrecen las nuevas tecnologías para corregir el aislamiento y mejorar la prestación de servicios, persiguiendo objetivos de equidad en la calidad de vida y de cohesión territorial. Sin olvidar que estos objetivos no deben valorarse exclusivamente en términos económicos, sería también un error no medir la eficacia de las “inversiones públicas reequilibradoras”, así como conocer y hacer transparentes los costes por habitante de las prestaciones de los servicios públicos en cada uno de los distintos tipos de territorios.
Disponer de una vivienda digna y adecuada es un derecho universalmente reconocido y en España, desde mediados del siglo pasado, las políticas para garantizar ese derecho han apoyado, mediante subvenciones y exenciones fiscales, la compra de la vivienda frente a otras opciones de tenencia como el alquiler, que han sido sistemáticamente ignoradas.
Hace unos 150 años Engels comenzó a teorizar sobre “el problema de la vivienda” y desde entonces no se han dejado de descubrir y redescubrir posibles soluciones, pero en ningún momento ni en ninguno de los países más avanzados se ha podido considerar plenamente atendido el derecho de todos a una vivienda digna y adecuada.
Cada comarca tiene características diferenciadoras derivadas del medio natural y de las oportunidades que ofrecen un conjunto de factores que interactúan con la dinámica de la población que lo habita así como con el modo en que se distribuyen los asentamientos humanos. Todos estos factores locales, junto con otros de carácter supralocal, como la evolución de la economía o de los hábitos sociales, y de la mano de las nuevas posibilidades que van ofreciendo los avances tecnológicos, inciden en la configuración de la redistribución espacial de la población a lo largo del tiempo.
Se está utilizando profusamente expresiones como “España vacía” y, peor aún, “España vaciada” para denunciar la situación de algunas comarcas cuando sus débiles y menguantes densidades de población no permiten alcanzar los umbrales mínimos de demanda, que se precisan para que sean viables los equipamientos y servicios necesarios para garantizar una razonable calidad de vida. Se culpa de ello al proceso de urbanización: a la “voracidad” de las grandes aglomeraciones urbanas, que absorben para sí la población de otros muchos territorios a los que “van dejando vacíos”.
En este análisis simplista y sesgado de la realidad, se parte de un principio “poblacionista”: la pérdida de habitantes, la despoblación de cualquier territorio es algo negativo “per se”. ¿Por qué se ignora que cualquier territorio tiene valor por sí mismo? La extrema debilidad de la densidad de población, la despoblación total de un territorio, es una consecuencia de su capacidad de acogida y puede tener efectos muy positivos si se considera la valía de sus componentes naturales hoy y, especialmente, para el futuro.
¿Por qué se desprecia el valor que tienen muchos de esos territorios despoblados que apenas han sido deteriorados por la acción humana al haber quedado al margen del “desarrollo”? Lo realmente importante es que haya equilibrio entre la capacidad de acogida de un territorio y el uso que la sociedad haga de él y conservarlo en su estado natural no tiene que ser necesariamente una mala opción.
¿Por qué tampoco se valoran las oportunidades que encuentran en la ciudad los que protagonizan la despoblación? Desde la postguerra hasta mediados de los años 70 se produjo el mayor éxodo rural vivido en todas nuestras regiones. Los millones de personas que abandonaron el medio rural para incorporarse a las ciudades han sido parte fundamental de los avances de todo tipo que se han producido desde entonces en España
El reto será corregir los desequilibrios entre territorios. Desde que se inició la fase más dinámica del proceso de urbanización de la población española se han ido agravando los desequilibrios regionales. Los Planes de Desarrollo contribuyeron de facto a la consolidación de un modelo en el que siempre se ha antepuesto la eficiencia económica a la equidad territorial. Apaciguado el éxodo rural que se había vivido en España, a partir de los años 80 se consolidan las actitudes localistas de los poderes públicos que, ante la posibilidad de perder autonomía, se muestran refractarios a las ideas de cooperación y coordinación interterritorial. No ha existido voluntad política de acometer actuaciones de planificación territorial dirigidas al gran reto pendiente de conseguir una red de asentamientos más equilibrada, funcional y sostenible.
¿Por qué se sigue insistiendo en el mensaje demagógico de que la despoblación es sólo la consecuencia del “abusivo” poder de atracción de las grandes ciudades?
¿Será posible que, tras una inercia de muchos decenios, pueda revertirse la despoblación de tantos ámbitos sólo a base de despilfarrar fondos públicos? La utilización de los Fondos Europeos en remedios paliativos y cortoplacistas no será eficaz; habrá que mirar a largo plazo e imaginar nuevos escenarios a partir de las muchas posibilidades que ofrecen los cambios tecnológicos y de una utilización más inteligente y sostenible de las energías. Habrá que actuar sobre los factores de localización, esos que llevan a las personas a elegir el lugar en el que desean vivir, pero teniendo en cuenta que el reto es mejorar la estructura territorial para reducir los desequilibrios entre territorios. Después, el modo en el que la población se distribuya sobre el territorio seguirá siendo sólo una consecuencia
El actual Gobierno de España ha configurado una estructura administrativa para hacer frente al “reto demográfico”. De los tres objetivos que se destacan en la web del Ministerio, uno, el envejecimiento, es inequívocamente demográfico, los otros dos se refieren a la distribución espacial de la población. Ya nos hemos referido a “la “despoblación” en otra entrada, el tercer objetivo hace referencia a “la población flotante”, sobre cuyo enfoque también nos parece oportuno hacer algunas puntualizaciones.
En la citada web se identifica el “reto de la población flotante”, con los “efectos derivados de la sobrepoblación estacional” provocada por los contingentes de turistas que temporalmente se suman a la población residente, pero los desplazamientos circadianos de población por motivos laborales, de estudios, de compras, de ocio… indican que el fenómeno de la “población flotante” va mucho más allá. Son desplazamientos que crecen en número e intensidad como consecuencia de la mejora de los transportes y de los desarrollos urbanos dispersos, de moda durante los últimos decenios.
Numerosas circunscripciones administrativas intercambian cotidianamente población por motivos que exigen desplazamientos que implican traspasar los límites administrativos. La población flotante ocupa o utiliza los espacios de trabajo, el viario, los servicios y equipamiento de todo tipo sin diferenciarse en ello de la población residente de cada ámbito. Sus efectos más negativos están en relación con las variaciones bruscas de la demanda de determinados bienes de oferta inelástica, o con el hecho de que la movilidad forzada genera unos consumos innecesarios de energía y los consiguientes problemas de congestión y aumento de la contaminación en las áreas urbanas centrales.
Hasta ahora todas las estadísticas y registros sobre los que se toman decisiones administrativas están referidas a la población “residente” (empadronada en una determinada circunscripción), pero la creciente movilidad de todo tipo, que caracteriza a la sociedad actual, hace que la residencia no sea suficiente para hacer valoraciones sobre la localización de la población. El mapa de delimitación territorial de las competencias administrativas (municipios, provincias, CCAA) entra en conflicto con la realidad funcional de flujos de personas, actividades y mercancías que se materializan de forma continua sobre el territorio, tal como demuestran las incipientes estadísticas de movilidad elaboradas por el INE a partir de la telefonía móvil.
La futura España digital requiere de un desarrollo decidido de este tipo de información estadística, necesaria para abordar el reto de reorganizar la división político-administrativa del territorio para que se adecúe a la funcionalidad del sistema de asentamientos y, más concretamente, a las actuales pautas de movilidad y a la evolución de los criterios que rigen las decisiones de localización de las personas y de las actividades económicas. Pero todo será en balde si no se establece un modelo de gobernanza consensuado en el que primen criterios de cooperación y la coordinación interterritorial.
¿Será posible evitar que la peculiar desconfianza de la opinión pública sobre la anonimidad de los datos limite el desarrollo de las estadísticas de movilidad todo lo que la tecnología permite? ¿Qué habría que hacer para que los poderes públicos antepongan los criterios de cooperación a los de una competitividad interterritorial pocas veces justificable?
En España el éxodo rural registró su mayor intensidad desde 1940 hasta mediados de los 70. Tras la Guerra, la situación en muchas zonas rurales era de auténtica hambre y, en los 50, la “huida” hacia las ciudades estaba guiada por el instinto de supervivencia. A partir de 1975 los flujos en busca de las mayores expectativas que ofrecían las ciudades perdieron intensidad, básicamente porque se iban agotando los “excedentes” de población rural que los alimentaba.
Siempre ha sido así, la redistribución espacial de la población se produce de acuerdo con factores de atracción o de expulsión de los distintos territorios. La falta de oportunidades, frecuentemente acompañadas de elementos geográficos desfavorables (aislamiento, desconexión, suelos y climas poco propicios para la producción agraria …) han hecho a lo largo del tiempo a muchas zonas muy poco atractivas y las personas que las habitaban decidieron emigrar en busca de unas condiciones de vida más favorables en las ciudades.
El desplazamiento de la población hacia las ciudades es un proceso que se viene produciendo a lo largo de la historia y en todo el mundo. En España hay efectivamente zonas que nunca han reunido las condiciones geográficas, económicas, demográficas… necesarias para alcanzar y mantener unas opciones de vida suficientemente atractivas y su debilidad demográfica se ha ido intensificando hasta la total despoblación. El proceso de desarrollo urbano ha estado marcado por una fuerte tendencia a la concentración en las mayores aglomeraciones urbanas y eso ha dado lugar a una red de ciudades muy jerarquizada y deficientemente estructurada, lo que ha contribuido al aislamiento de amplias zonas que han ido quedando desligadas de los procesos de desarrollo.
Desde la realidad política y económica actual, tratar de modificar esa tendencia para conseguir un sistema de ciudades equilibrado es un objetivo utópico. Exigiría consensuar un gran esfuerzo a muy largo plazo. Las inversiones puntuales y a corto plazo para “hacer frente al reto de la despoblación” serán, por regla general, despilfarro de dinero público y ni siquiera útiles para aparentar solidaridad con causas ya irremediablemente perdidas.
La Constitución de 1978 estableció una nueva organización político-administrativa del territorio, descentralizando competencias en el ámbito regional y otorgando una mayor autonomía a los municipios. Quedó así consolidado un mapa de municipios y de provincias excesivamente fragmentado y se establecieron importantes desequilibrios en cuanto a la dimensión de las Comunidades Autónomas. Pero la mayor debilidad de esa organización del territorio es su escasa correspondencia con la realidad del sistema de ciudades. Estamos ante una sociedad nueva y muy dinámica, con criterios de localización residencial y hábitos de consumo diferentes. El mapa de delimitaciones y competencias administrativas (municipios, provincias, CCAA) entra a menudo en conflicto con la realidad funcional de flujos de personas, actividades y mercancías que se materializan de forma continua sobre el territorio, tal como demuestran las nuevas estadísticas de movilidad. El problema se hace evidente y exige estructuras administrativas ad hoc en los ámbitos de carácter metropolitano, que han ido surgiendo incluso en torno a las ciudades medias. Es urgente implementar formas específicas de organización territorial cuando se trata de ámbitos metropolitanos de alcance supra regional, como ocurre concretamente con Madrid. Estos desajustes se ven agravados por la ausencia de coordinación interadministrativa. Con frecuencia los gobiernos locales fijan sus estrategias con criterios de competitividad, despreciando las ventajas que aportaría la cooperación interterritorial.
Madrid presenta un conjunto de potencialidades que la convierten indiscutiblemente en uno de los principales centros económicos de Europa. La concentración de grandes corporaciones, combinada con una prometedora acumulación de talento, un pujante ecosistema innovador y una privilegiada posición de cabeza de puente entre Europa y Latinoamérica configuran un cuadro envidiable. Afronta las necesidades de cambio y la recuperación económica con valiosos activos, pero tiene también importantes retos que afrontar: los poderes públicos y los agentes económicos y sociales habrán de dar respuestas ágiles y acertadas a la digitalización y el cambio tecnológico por un lado y las exigencias de la emergencia climática por otro. Será preciso reconducir su estructura económica, diversificándola y adaptando su potencial desarrollo urbanístico a los objetivos de la Agenda 2030.
La evolución creciente de la generación de residuos sólidos en las ciudades es una de las cuestiones ambientales que más impacto genera en la actualidad y, sin embargo, hay un gran desconocimiento social a su alrededor, lo que sin duda dificulta su adecuada gestión. Se habla muy poco de los residuos que producimos (solo en Madrid alrededor de 400 kilogramos por habitante y año), y queda un largo camino por recorrer para avanzar en la tan coreada estrategia de las 3R -reducir, reciclar y reutilizar-. Algo similar ocurre con el aumento continuado del consumo y de la demanda energética a escala planetaria, agudizado aún más si cabe por la dependencia de combustibles fósiles. A día de hoy, únicamente una quinta parte de la energía que consumimos en el mundo se satisface con energías renovables. Sin embargo, aunque se han producido avances significativos en algunos países, entre ellos España, donde las renovables suponen casi la mitad de la potencia instalada, sería necesario avanzar en la búsqueda de un modelo energético alternativo y, sobre todo, más eficiente que el actual.
Los cambios en la dinámica económica global, las nuevas tecnologías de información y comunicación, la emergencia climática, una nueva estructura sociodemográfica, la intensificación de las desigualdades … obligan a una redefinición de los espacios urbanos y de su utilización por los ciudadanos. Los inevitables cambios en las formas de movilidad, la reducción del número de vehículos privados, así como la aparición de otros “artilugios” para los desplazamientos individuales, desde la bicicleta al monopatín, exigen un nuevo reparto del viario y otros espacios públicos, especialmente los que ofrezcan comodidad y seguridad a los peatones. El teletrabajo, la generalización del comercio por internet, la opción de presencia virtual en todo tipo de actividades, entre otras oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías, además de reducir las necesidades de desplazamientos, plantean la exigencia de repensar también el uso que se ha estado dando a una gran cantidad de metros cuadrados en diferentes edificaciones. Habrá que afrontar la transformación de un modelo sustentado en el crecimiento urbano por otro basado en la conservación y mejor utilización del patrimonio existente.
Primera Sesión: 4 de febrero de 2021, 17:00 h
MEJORAR LOS PARQUES DE VIVIENDA Y OPTIMIZAR SU USO
Felipe Iglesias (Profesor titular de Derecho Administrativo de la UAM)
Beatriz Toribio (Directora General de ASVAL, Asociación de Propietarios de Vivienda en Alquiler)
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Segunda Sesión: 25 de febrero de 2021, 17:00 h
UNA REDISTRIBUCIÓN MÁS SOSTENIBLE DE LOS ESPACIOS URBANOS
José Luis Infanzón (D.G. del Espacio Publico, Obras e Infraestructuras del Ayuntamiento de Madrid)
Verónica Sánchez (Arquitecta-n’UNDO)
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Tercera Sesión: 11 de marzo de 2021, 17:00 h
HACIA LA ECONOMÍA CIRCULAR Y LA DESCARBONIZACIÓN DE NUESTRAS CIUDADES
Pedro Moraleda (Experto en regulación, economía y geopolítica de la energía)
Cristina Narbona (Ministra de Medio Ambiente entre 2004 y 2008)
Mario Rodríguez (Director Ejecutivo de GREENPEACE, España)
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Cuarta Sesión: 25 de marzo de 2021, 17:00 h
¿QUÉ ESTÁ PASANDO CON EL TURISMO? DE LA TURISTIFICACIÓN A LA INCERTIDUMBRE
Soledad Morales (Directora Académica del Master Universitario en Turismo sostenible y TIC, UOC)
Óscar Perelli (Director de Estudios e Investigación de Exceltur)
David Porras (Prof. Adj., Escuela de Arquitectura y Urbanismo, Instituto Tecnológico de Costa Rica)
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Quinta Sesión: 8 de abril de 2021, 17:00 h
UN MODELO ECONÓMICO SOSTENIBLE PARA MADRID
Mónica Melle (Profesora titular de Economía Financiera de la UCM)
Rafael de Ramón (Fundador y CEO de Utopicus)
Daniel Vinuesa (Subdtor. General de Atracción de Inversión y Talento del Ayuntamiento de Madrid)
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Sexta Sesión: 29 de abril de 2021, 17:00 h
UNA NUEVA ORGANIZACIÓN DEL MARCO COMPETENCIAL SOBRE EL TERRITORIO
Antonio Argüeso (Subdirector de Estadísticas Sociodemográficas del INE)
Joan Lerma (Senador. Ex Presidente de la Generalitat Valenciana)
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Las sesiones serán moderadas por:
Julio Vinuesa, José María de la Riva, Antonio Palacios y Carmen Hidalgo
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Todas las sesiones serán on line, de acceso libre y gratuito, es necesario inscribirse reservando las "entradas" en la web de La Casa Encendida.Está prevista la participación de los asistentes en el diálogo.